miércoles, 10 de diciembre de 2008

Jornadas anuales CID CTES-CHACO -La angustia y el deseo


Objeto palea

por Laura López Urdapilleta

Como se ha venido trabajando a lo largo de este año y el anterior en el CID, el Seminario 10, La angustia, creí interesante trazar un camino para intentar hablar de la manera más sintética posible acerca de lo que hemos logrado captar del objeto causa, este objeto diferente a cualquier otro.

La idea primera que podríamos tomar de este objeto es que, en este seminario, Lacan se ocupa de desimaginarizarlo, desimbolizarlo y designificantizarlo, como lo plantea Jacques-Alain Miller en “La angustia lacaniana”.

Lacan en el seminario de la angustia dirá que, es ciertamente la angustia la que nos señalará el camino de arribo a lo real, aquello imposible de arribar por medio de lo simbólico y lo imaginario.

Cito “la manifestación más llamativa de este objeto a, la señal de su intervención, es la angustia*. Es la angustia la señal de la presencia de este objeto, ese resto real, ese goce irreductible. Lacan dirá que la angustia es activa, productiva del objeto causa, ya que solo a partir de ella se puede concebir la transformación del goce del cuerpo propio, ese goce autista, en objeto causa de deseo y a partir de allí, su relación con el Otro.

Si entendimos al objeto en su dimensión imaginaria y simbólica, es decir a este objeto percibido, como el objeto de amor, el agalma, la zanahoria que va delante del burro y mueve entre comillas al sujeto hacia los objetos semblantes; entenderemos que aquí Lacan plantea un nuevo estatuto para este objeto que, al surgir como efecto de esta operación de diferencia, como residuo del sujeto, es que a su vez funciona como causa que empuja al deseo, a la búsqueda incesante de este objeto que, a partir de un momento mitológico de completa satisfacción, se lo supone perdido. A partir de esta diferenciación, se entiende la intencionalidad del lado del objeto agalmático, y la condicionalidad del lado del objeto causa. Este objeto causa es entonces, la condición del deseo.

En tanto se fue desarrollando la teorización el objeto a, se fue modificando de manera sutil la concepción especular originaria. Es a partir de aquí que se plantea la idea de resto, es decir un objeto que es invisible a la mirada en la escena imaginaria. Lacan en este punto se vuelve radical al destacar como engañosa la relación especular del sujeto con este objeto.

En lo simbólico este objeto causa es precisamente ese resto totalmente singular, pero con la característica de ser insignificantizable. Es un pedazo que se desprende del cuerpo, es un goce perdido y que escapa a la acción del significante.

A partir de este punto, y siguiendo el texto “Las paradojas del objeto en psicoanálisis” compilación de Enrique Acuña, nos encontramos con un objeto que encierra lo que Cicerón señalaba como paradoja maravilla. Una de ellas introduce el neologismo de objetalidad, opuesto al sentido común de objetividad que traza el ámbito propio de este objeto, en tanto objeto causa, carente de sustancia física y realidad perceptible, y a la vez “presente” y determinante de la causación del sujeto. Otra paradoja, central para hablar de este objeto, es el estatuto de causa y a la vez efecto, producto de la operación de división que inaugura al sujeto en tanto deseante.

Una vez aceptado dicho oxímoron, y para introducirnos a esta idea de objeto a, objeto causa, partiré de la noción lacaniana de causa. Lacan toma la Teoría de la Causa de Aritóteles, la cual se centra en la sustancia “causando todo el efecto”. Esto se entiende a partir de la manifestación de la causa inseparable de la sustancia, lo cual respondería al por qué algo es. Lacan claramente prescinde de la sustancia, para enlazar la idea de causa con la de verdad. Justamente el vacío de significación que plantea el Psicoanálisis en la cura, daría la posibilidad, desde cierto punto, de una conexión con el objeto.

Ahora bien, retomando a Jacques-Alain Miller en el texto “Los signos del goce”, este objeto a, no obtiene consistencia a partir de la materia, sino que se sostendrá de forma puramente lógica, la cual es real respecto del significante. Es decir se plantea un real, pero solo adquirirá valor con relación a la lógica, a partir de la articulación lógica con lo simbólico.

Es por la no sustancialidad de este objeto que adquiere consistencia por la lógica, y agrega Miller, una lógica a entender como topológica. Este objeto a pasa a ser un resto localizable en el seno mismo del significante, como un detrito no reabsorbible. Esta falta no ligada al significante es correlativa a los pedazos separables del cuerpo, y aclarando en este seminario Lacan, que plantea este resto órgano, resto goce que nos proporciona la división subjetiva, como independiente del Edipo, es decir, anterior a la incidencia del Otro. En esta desedipización de la castración es que se incluye el concepto de la detumescencia del órgano en el momento de su goce. La función de la detumescencia va a estar en lugar de la castración. Este objeto que es entonces conforme a lo real, está marcado por la separación, y solo la topología permitiría el acceso a esta dimensión de la falta.

Dicho esto, y para volver a la noción de este objeto paradójico, es esencial entender la operación de división subjetiva que, en un primer momento fue elección del sujeto en tanto se hace significante, quedando encerrado en la insignia, eligiendo el sentido ante el vacío, y en un segundo momento libera al sujeto marcado por el significante, pero con la consecuencia de este elemento heterogéneo al significante, que es el objeto causa.

Es la propia pérdida, el vacío imposible de ubicar en la serie de los significantes. Es aquí que se instaura una nueva paradoja en dicha operación de división, puesto que no se sabe bien de qué lado se inscribe dicho objeto, si del lado del sujeto, o del lado del Otro, y donde hablamos de esta inclusión de lo externo es donde hablamos de lo éxtimo.

Esta división responderá a una doble causación, donde el sujeto es efecto del significante, y efecto del objeto. Esta doble causación hace que el sujeto de la operación, se divida y genere el objeto, y a la inversa. Esto es correlativo a la operación de la pérdida de objeto, como sustracción que va a hacer posible el surgimiento del deseo. Para entender mejor este movimiento del sujeto, de exclusión interna respecto de su objeto, hablamos de torsión en esta división, como algo que parece ajeno, y es íntimo, lo cual justamente marca la falla.

Volviendo a la operación que constituirá al sujeto, y a este objeto que a su vez será causa de dicho movimiento, se podría plantear cómo este elemento resto (das ding) que es resultado segundo de la operación de diferencia entre lo percibido (objekt) y lo fantaseado (die sache); empieza a funcionar como causa. Dicho residuo que es efecto, resultado de esta diferencia, es a su vez causa del deseo. Y es gracias a que surge este décalage y por consiguiente, este objeto palea; que habrá posibilidad de retorno, repetición del circuito. Por la insatisfacción es que hay causa de la busqueda, y en ésto se mantiene el deseo.

Finalizando, es gracias a este movimiento, que se explica por el circuito pulsional, donde esta búsqueda del objeto sólo se esboza a partir de bordear el vacío. Puesto que hay vacío, nunca se llega a alcanzar dicho objeto. Y es mediante los señuelos que ponemos delante del deseo, apuntando hacia ellos movidos por la insatisfacción estructural propia del ser humano, que nos engañamos creyendo en ellos la causa del deseo.

En la operación de división algo de pierde, algo el sujeto debe ceder, y es bajo la forma del órgano libido, órgano goce, cuyo paradigma es este objeto a. Se restituye el objeto parcial a su lugar de objeto-causa.

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Bibliografía y Cita

Lacan, J.: “El seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La Angutia”. Editorial Paidós. 2006.

Miller, J-A.: “Los signos del goce”. Editorial Paidós. 2006.

Acuña, Enrique: ( Comp.): “Las paradojas del objeto en psicoanálisis”. Editorial de la Universidad de la Plata. 2007.

Miller,J-A.: “La angustia lacaniana”. Editorial Paidós. 2007.

* Lacan, J.: “El seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La Angustia”. Clase del 9 de Enero de 1963. Página 98. Editorial Paidós. 2006.

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Del objeto Ágalma al objeto Palea, un aserto subjetivo.


por Damian Leikis

Me propongo en este trabajo analizar el pasaje de una modalidad del objeto en psicoanálisis, el agalmático a otra, la del objeto como palea; es decir del objeto del amor, el de la intencionalidad del deseo a la del objeto como resto, como causa del deseo. Analizar este pasaje en el marco de un análisis, como diferentes momentos en la construcción del objeto en la experiencia analítica.

En el escrito de Jacques Lacan “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma” del año 1944, en la pagina 197 refiriéndose a la resolución del problema lógico de los tres prisioneros escribe: “… Progresando sobre las relaciones proposicionales de los dos primeros momentos, apódosis e hipótesis, la conjunción aquí manifestada se anuda en una motivación de la conclusión, “para que no haya” (retraso que no engendre el error), en la que parece aflorar la forma ontológica de la angustia, curiosamente reflejada en la expresión gramatical equivalente “ante el temor de que” (el retraso engendre el error)…”.


De esta cita me propongo tomar dos referencias:

- 1º Que Lacan resalta una motivación para la conclusión y resolución del problema lógico.

- 2º Que la motivación a la que hace referencia es al momento en el que “aflora la forma ontológica de la angustia”.

En este texto Lacan presenta un problema de lógica en el que tres prisioneros, para poder salir en libertad, deben resolver un acertijo que el director del establecimiento les presenta, deben adivinar de que color es un disco que se les puso en sus espaldas de forma tal que no lo puedan ver, solamente podrán observar el de sus compañeros, se les aclara que existen cinco discos, tres blancos y dos negros. Cuando uno de los prisioneros crea tener la respuesta sobre que color de disco lleva en su espalda deberá cruzar la puerta de la habitación en la que se encuentran para comunicársela al director.


La solución perfecta se da de manera tal que después de haber considerado, por un tiempo, los tres se acercan a la puerta y la cruzan conjuntamente todos a la vez. Luego dan, separadamente, una respuesta similar:

“Soy un blanco, y he aquí como lo se. Dado que mis compañeros eran blancos, pensé que, si yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo siguiente: “Si yo también fuese negro, el otro, puesto que debería reconocer en esto inmediatamente que él es blanco, habría salido enseguida; por lo tanto yo no soy un negro”. Y los dos habrían salido juntos convencidos de ser blancos. Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que me vine a la puerta para dar a conocer mi solución.”


Esta solución a la que lacan llama perfecta es puramente lógica y se basa en la observación de un sujeto del comportamiento de los otros dos, de lo que realizan, pero mayormente de sus vacilaciones a la hora de salir de la habitación después de haber visto los colores de los otros dos. Es decir, el sujeto hace una conclusión sobre si mismo observando a los otros dos.


Esto despliega una dimensión temporal mediante la cual el sujeto puede resolver el problema, una modulación del tiempo necesaria y que se formula mediante escansiones que diferencian tres temporalidades diferentes del tiempo lógico, a saber: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir.

El instante de la mirada se reduce a una exclusión lógica casi instantánea, que se resume en: “Estando ante dos negros, se sabe que se es un blanco”. Ese dato es el que se les da a los prisioneros antes de resolver el problema, pero deja sin solución la incógnita real del mismo, el atributo ignorado del sujeto en cuestión. Solo teniendo en cuenta esta premisa el sujeto puede hacer la siguiente hipótesis: “Si yo fuese un negro, los dos blancos que veo no tardarían en reconocerse como blancos.”


Ahora, es mediante un tiempo para comprender que se le supone también a los demás participantes que el sujeto puede reconocer su color: “Si yo fuese un negro, él habría salido sin esperar un instante. Si se queda meditando, es que soy un blanco.” El inconveniente se da en ¿cómo medir el límite de este tiempo? Que los dejaría a los tres en una interminable indefinición. La salida se da en un movimiento que se expresa así: “Me apresuro a afirmar que soy un blanco, para que estos blancos, así considerados por mi, no se me adelanten en reconocerse por lo que son.”. Este es el aserto subjetivo, sobre uno mismo, que resuelve la indefinición y se presenta lógicamente como la urgencia del momento de concluir.

La cita escogida hacía referencia a que la angustia de la indefinición sería el motor que dispara el apresuramiento para que el sujeto realice el aserto sobre si mismo que resuelve el problema; ubica, entonces, a la angustia como operador de un pasaje de una posición subjetiva a otra, en la que una verdad surge como resultado. Pero esta, la verdad, no podría revelarse sin el acto de apresurarse sin una certeza definitiva. Según un comentario que realiza Jacques-Alain Miller en un seminario sobre La Dirección de la Cura dado en Córdoba en el año 1992, en el Tiempo Lógico, Lacan intenta demostrar que la verdad depende de un acto, los prisioneros deben actuar sin saber la verdad para poder descubrirla, precipitar una conclusión y solamente después verificar esa certeza.


Este valor de la angustia como motor de un cambio, por un lado, y el de la precipitación lógica en una conclusión para acceder a la verdad, por otro, son los que rescato para proponer que en el curso de un análisis el pasaje del objeto en su vertiente de ágalma a la de palea sigue un despliegue temporal lógico y no cronológico. No se daría en una línea progresiva, que por otra parte supondría un objeto palea ya existente, sustancial, que supera al agalmático, no se trata de la aufhebung hegeliana, al decir de Miller; sino, por el contrario, el pasaje de uno a otro no se constituiría sin retroacciones lógicas que abren escansiones entre los dos y que necesitan de una precipitación para resolverse. En otras palabras, el objeto es una construcción que se da en un análisis, que depende de un aserto subjetivo, y tal como Lacan lo señala es la angustia la que cumple la función de abrir la vía para este pasaje. Lo era en el momento de escribir el texto acerca del tiempo lógico y lo formaliza en el seminario 10 casi 20 después.

Quedan unas cuestiones por revisar: Si la conceptualización del tiempo lógico puede dar cuenta de un objeto que, si bien, tiene consistencia lógica, se ubica por fuera del universo significante; y por otro lado, siendo el objeto palea el objeto causa del deseo, mediante esta proposición se ubica en el mismo lugar la verdad del sofisma lógico y la causa del deseo. Seguramente estos dos conceptos, verdad y causa no son homologables, pero de los cuales se podrán seguir estudiando sus entrecruzamientos.-